Como auxiliar de veterinaria procuro siempre entender y prestar auxilio a todos los animales que llegan a mi consulta.
Con los dueños de las mascotas también sé que debo tener ciertas consideraciones y saber atenderlos para que sientan confianza y sepan que podremos ayudar a su mascota.
Cómo tratar a un gato
Los gatos son animales adorables e inteligentes, muy sensibles y perceptivos. Por estas cualidades, y por considerar la casa del dueño como su propio hogar, se exponen a una sobrecarga de estrés cuando viajan a un lugar extraño como una clínica veterinaria. Por ello es necesario, al traerlos a la consulta, tomar ciertas precauciones.
Transporte
Con los perros basta una traílla o traerlos en brazos si son muy pequeños, pero esto no es conveniente que lo hagas con un gato. Fuera de su hábitat se asusta con facilidad y puede forcejear para escapar, arañar y morder o perder el control de los esfínteres.
Lo adecuado es que uses un transportín de material plástico, bien aseado y asperjado con spray si fue usado por otro gato anteriormente. Debe estar provisto de una almohadilla, una manta y un juguete. Quizás sea conveniente, si es posible, que se haya familiarizado unos días antes con este artefacto.
La sala de espera
Lo ideal es que el gato perciba la menor cantidad de animales a su alrededor. Puedes sentarte en un rincón o en un lugar más apartado y tener el transportín en el regazo para que te sienta a su lado.
Si no existe esta posibilidad, una manta evitará que sus sentidos perciban a otros animales. Háblale suavemente de vez en cuando para que sepa que estás allí.
Hay que evitar que tome contacto con otros animales, por más amistosos que sean, pues se asustará mucho. Tampoco debes soltarlo en la sala de espera ni dejar el transportín en el suelo, donde se sentirá vulnerable. Evita también que otros dueños de mascotas lo toquen o le hablen.
En la consulta
Por lo que he podido aprender y experimentar, los gatos reaccionan bien si se toman ciertas precauciones. Lo primero es que el consultorio sea un lugar tranquilo, sin luces deslumbrantes y cuyas puertas y ventanas estén cerradas para evitar una fuga.
Una precaución necesaria es eliminar los olores de otros animales con un spray, pues percibir feromonas lo pondrá nervioso.
Para hacer la anamnesis con el dueño, es mejor que se quede en el transportín. Hay que preguntar no solo por los síntomas sino inquirir acerca de cambios de hábitos como sueño o alimentación, si ha experimentado alteraciones de la conducta o si descansa en posturas no habituales.
Otra información necesaria es la relacionada con las deyecciones y la orina. Este tiempo es útil para que el gato se habitúe un poco al local y a las nuevas voces.
Una vez completada la anamnesis hay que proceder a examinarlo. Para ello destaparmos el transportín y lo tocamos y auscultamos dentro de él si el diseño lo permite.
También podemos dejar la puerta abierta y esperar a que salga espontáneamente. Hay que hablarle suavemente, acariciarlo un poco antes de empezar y aproximarse desde atrás, permitiendo que mire a su dueño durante todo el examen.
Si está agresivo
Puede que la mascota maúlle de una forma amenazadora y lance zarpazos. Ante eso no me queda más remedio que sedarlo con una inyección intramuscular, lo que puedo hacer a través de los barrotes del transportín.
Si su grado de agresividad es menor es posible enrollarlo en una toalla para que esté moderadamente apretado, con esto puede calmarse.
Si este recurso no resulta y aún no permite que lo toquemos, es posible sedarlo, distrayéndolo con algo llamativo y aprovechando este momento para inyectarlo. En todo momento hay que hablarle con voz suave.
Lo que debes evitar
Algunas circunstancias no deben permitirse nunca, y has de estar preparado para controlarlas.
Una de ellas es que el dueño abra el transportín de inmediato al entrar a la consulta. Tú debes decidir cuál es el momento e imponer tu criterio con suavidad y firmeza. Jamás debemos tirar del animal, sacudir el transportín o asustarlo para que abandone su refugio, pues esto solo conseguirá alterarlo.
Tampoco debes permitir que el gato se baje de la mesa de examen. Si esto sucede, el dueño y tú debéis agacharos para poneros a su nivel y llamarlo suavemente. Nunca hay que emprender una persecución ni acorralarlo en un rincón, pues lo esperable en estos casos es que reaccione con mucha fiereza.
Tampoco hay que mirar fijamente al gato a los ojos, pues esto lo interpreta como una agresión. Sujetarlo entre varios o hablarle de manera peyorativa tampoco suele producir buenos resultados.
En fin, cada gato es único y especial, y por ello merece toda nuestra consideración. Como auxiliar de veterinaria intento comprender su complejidad y entender sus necesidades.
Comentarios
Publicar un comentario