Hay
días, como hoy, en los que me alegro de tener el blog porque puedo desahogarme
cuando tengo una jornada estresante como auxiliar de veterinaria.
Ha sido uno de esos días realmente estresantes y poco productivos, por mucho
que hayas trabajado.
No
me quejo de la clínica veterinaria en la que llevo ya algún tiempo trabajando,
pero hay días que sería mejor borrarlos del calendario.
El premio al día más angustioso
Siempre
os cuento lo que pienso. Os he hablado de días malos, de opiniones personales,
de dónde estudié en Barcelona, de CIM Formación, opiniones sobre el curso, y
siempre trato de ser positivo, pero hoy ¡ha sido un día de locos! De
esos que solo deseas desaparecer y llegar a casa.
Sí,
aunque no lo parezca, una de las cuestiones más pesadas con las que
debe lidiar un auxiliar de veterinaria es con el estrés. La razón es que
muchos veterinarios nos toman como “chicos para todo”.
¿¡Cómo
se puede escuchar a tanta gente a la vez, mientras atiendes el teléfono, vendes
una bolsa de comida para gatos y le haces la ficha de ingreso a un nuevo
paciente!? Es posible.
Hoy puede ser un gran día…
Llegó
la hora de empezar mi turno y, como un bobo, me dirigí a la cafetera con la
intención de preparar un buen café. Apenas había hecho clic y mi compañera me dijo:
“he tenido una llamada y necesitan que vaya a otro sitio”.
Eso
significaba que me iba a quedar solo con todo el trabajo. Pero ahí
no acababan las “buenas noticias”. Me avisó de que estaban tratando una
emergencia en consulta y que venía otra urgencia en camino. ¡Qué alegría! No me
negaréis que aquello prometía.
Los problemas de la mala organización
Trabajo
en una clínica en la que no somos muchos, y por tanto siempre necesitamos tener
una perfecta organización. Este post de hoy se está
convirtiendo en una cosa muy lastimera. Pero hay que transmitir que, en
general, la profesión de auxiliar de veterinaria no va solo de
acurrucar cachorritos.
Con
demasiada frecuencia nos vemos inmersos en situaciones de las que, en mi caso,
no sé cómo consigo salir. Pero ahí estoy, cada vez más enamorado de lo que
hago.
El
caso es que, el siguiente agobio llegó enseguida. El teléfono sonando, mientras
yo trataba de sujetar a una mascota, reaccionar a los requerimientos del
veterinario y responder a otras dos líneas telefónicas.
Las
dos urgencias fueron admitidas y atendidas a la vez. No
era posible esperar. Así que se precisaban dos auxiliares de veterinaria, pero solo
había uno: ¡yo! Iba de un quirófano a otro suministrando oxígeno,
administrando medicamentos, calculando dosis…
A
veces no se es consciente de todo lo que sucede en el día a día de una
clínica veterinaria. Incluso aquellos que en el pasado fueron veterinarios
o auxiliares, parece que lo olvidan.
Pero
sigo. Todavía me quedaba un cliente, un criador. Hablábamos por teléfono. Le
explicaba, aunque él ya lo sabía, que había que registrar un microchip a nombre
del nuevo propietario de uno de sus cachorros. Para eso necesitaba su
presencia.
Me
tocó consolar a una clienta que se lamentaba porque no disponía de suficientes
recursos para pagar los tratamientos de su perrito.
Los
clientes, demasiados e impacientes porque las urgencias se habían demorado
algo, me hablaban un poco airados. Un estudiante en prácticas
que tenemos por aquí, me miraba como diciendo: pero ¿qué haces aquí?, ¿dónde te
has metido?
Una
de las urgencias se fue a casa sintiéndose mucho mejor. Lamentablemente, la
otra tuvo que quedarse hospitalizada porque era una situación más difícil.
Menos
mal que me desahogo con mis opiniones aquí. Transmitir cuáles son las
circunstancias que nos toca vivir como auxiliares de veterinaria y
nunca me arrepiento de ser uno de ellos, a pesar de días como el de hoy.
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